Cada uno tenemos diferentes preferencias en nuestra modalidad de accionar cuando realizamos nuestro trabajo. Estas preferencias las hemos ido aprendiendo en nuestro camino de vida y las hemos ido perfeccionando. En un mundo donde el cambio es parte inherente, es necesario poder ir transformando nuestras preferencias a las que mejor resultado nos proporcionen.

Si me detengo a mirar mis preferencias, descubro que no me sirven todas para conseguir mis objetivos y que algunas me alejan más que otras en la posibilidad de alcanzarlos.

Si observamos cualquier deporte por poner un ejemplo, hay un elemento en común en todos ellos que ayuda en alguna medida en conseguir los objetivos, esté es la disciplina. Y está es independiente a las técnicas utilizadas para conseguir mejores resultados.

Antes de seguir el post quiero dejar claro el marco de la palabra disciplina, ya que existe una tendencia a concebirla en términos negativos, como alguna restricción impuesta por alguna autoridad.

La palabra disciplina” viene del latín disciplina y significa “enseñanza, educación”. Si pasamos a la palabra que refiere a uno mismo iremos a “discípulo” que  viene del latín discipulus y este de discere o (disco) (aprender) o sea el que aprende o que se deja enseñar. (http://etimologias.dechile.net)

Tomando estás definiciones de raíces etimológicas, podemos decir que con AUTODISCIPLINA, nos referimos al que tiene la capacidad de APRENDER DE SI MISMO.

Los retos que la vida diaria nos trae, constituyen un excelente laboratorio para desarrollar la capacidad de AUTODISCIPLINA, la cual nos llevará a poder aprender y crear nuevas modalidades más eficientes para conseguir nuestros objetivos.

La disciplina nos permite orientar nuestras acciones para ajustarlas a nuestros valores y principios. Fomenta el desarrollo de nuestras capacidades de atención, orden, eficacia y armonía, haciendo posible que accionemos con conciencia de nuestra Visión e Intención y a la vez mantener nuestra Atención.

El reto aparece en el intento de mantener esa disciplina, con todo lo que el día a día nos trae, interrupciones, imprevistos, distracciones y por el otro extremo interpretar mal el término disciplina para pasarnos en una determinación oscura donde no cabe la dosis adecuada de flexibilidad y apertura.

Existen tres elementos fundamentales que se relacionan entre ellos y permiten desarrollar una disciplina óptima que se transforma en autodisciplina “aprender de nosotros mismos” y que nos permite conseguir nuestros objetivos de una manera eficiente:

  • La conciencia
  • La concentración
  • La energía

Nuestro aprendizaje consiste en despertar la consciencia para que permita mayor concentración y el fluir de energía necesario.

La autodisciplina nos va a permitir orientar nuestras acciones para ajustarlas a los principios que más valoramos, nuestra Visión y Ambición.

Fortalecer la consciencia elimina cualquier creencia limitante sobre la disciplina y permite entrar en la definición de “aprender”.

La conciencia disciplinada, contribuye a una planificación y organización eficiente, articular nuestras metas y desarrollar estrategias para alcanzarlas.

Proporciona claridad y flexibilidad para organizar tiempo y espacio cuando aparezcan los imprevistos

La disciplina aplicada a la concentración, permite seguir el plan que hemos trazado y perseverar en el.

Proporciona un mejor control de  nuestra energía y contribuye a mantener el ritmo del trabajo, evitando la perdida  de concentración en los intervalos de las diferentes tareas.

No detener el ritmo de lo que hacemos, fortalece la conciencia, la concentración y la energía.

La conciencia disciplinada, contribuye a una planificación y organización eficiente, articular nuestras metas y desarrollar estrategias para alcanzarlas.

Proporciona claridad y flexibilidad para organizar tiempo y espacio cuando aparezcan los imprevistos

Una vez llegado a este punto corresponde efectuarnos ciertas preguntas que nos permitan reflexionar acerca de estas tres dimensiones.

  • ¿Cuántas veces al día tengo que interrumpir mi tarea?
  • ¿Cuán consciente soy de mis objetivos a lo largo del día?
  • ¿Cambio de planes durante el día? ¿Qué es lo urgente o importante?
  • ¿Cómo es la calidad del trabajo que realizamos?
  • ¿Con que frecuencia acontecen crisis y detienen los avances?
  • ¿Qué estado de ánimo hay en el equipo o organización?

 El objetivo no es culparnos, si no identificar posibles áreas problemáticas para poder atenderlas y seguir aprendiendo.

Existe una interacción entre la conciencia, concentración y energía, una danza que las hace inseparables, de manera que una incidirá siempre sobre la otra. Aunque la concentración se halla más en el dominio mental y la energía en el físico, tanto la mente como el cuerpo cuentan  con sus propias modalidades de conciencia, concentración y energía.

También es posible que la interacción de estos tres elementos ocasione desequilibrios específicos. Si la conciencia no tiene un objetivo en el que enfocar la energía, pierde coherencia, claridad, entonces esa energía nos conduce a la confusión.

Una falta de energía hace que la consciencia y al concentración se agoten rápidamente, desplazándonos a espacios de imaginación, fantasías.

Es necesario realizar un trabajo con uno mismo, con el equipo o el sistema para reconocer y re-equilibrar la conciencia, la concentración y la energía. Este va a permitir, que transitemos hacia una autodisciplina, favoreciendo la creación de proyectos y organizaciones aprendices que caminan hacia la excelencia.  Equilibrar estas tres disciplinas favorece el crecimiento profesional y personal.

 

Llorenç Torrades Folch

www.llorenctorrades.com

www.vision3r.com

Twitter: @llorenctorrades

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